jueves, 13 de junio de 2013

Tanque australiano, de Marcelo Leites



Un círculo de agua cristalina
contenida por paredes de chapa
circular y oxidada.
El tanque australiano está en una loma
escondido a los ojos del caminante
por una higuera que lo rodea
y lo protege.
Ramas con jazmines amarillos dentro del tanque.
Un colibrí de aspas vertiginosas pasa
inmóvil entre las ramas.
Dos chorros bajan por dos caños grises:
uno, para renovar el agua del tanque,
al otro llega el agua residual del riego
del gran jardín que no se ve desde el tanque
y donde hay una huerta, aguaribays, sauces,
gomeros, robles, paraísos y otros vegetales.
La perspectiva abrupta de la hondonada
se amortigua por inmensas hectáreas
ordenadas como campos de golf,
aunque aquí y allá hay arbustos,
yuyos, perros y caballos.
Aquí no llegan los ruidos de la ciudad
y el aire huele a pescado y a barro
del Uruguay siempre presente.
No se trata de una escena bucólica
sino de una ventana para mirar
el mundo.








(Fragmento del libro Tanque Australiano)












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