miércoles, 28 de agosto de 2013

Hacer sapito, de Verónica Viola Fisher


En otro idioma mi primer apellido es un color
pero en mi país se utiliza como verbo
Cuando me pusieron mi primer apellido
cuando me lo pusieron
con fuerza era yo muy chiquitita y no podía
hablar
para explicarles que se olvidaban, para mí
la última sílaba
que haría ese apellido definitivamente mío
perteneciente a mí
La sílaba agregada en otro en idioma
no es un color, significa que el sujeto u objeto
es de ese color pero en mi país
se utiliza con otro contenido Es diferente
mi primer apellido a mí
porque carece de un final apropiado
de una terminación correcta
En otro idioma mi primer apellido quiere
decir violeta Estoy incompleta
Me falta la sílaba "da", al último
doy por sentado que se entiende
aunque estuviera completa en mi apellido
no sería yo entera, algo me han quitado
Cuando nací
y hasta cuando fui concebida, en mi país
en mi lengua.

Poema del libro Hacer sapito

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lunes, 26 de agosto de 2013

La casa del girasol, de Guillermo Neo



Los girasoles crecen frente a la casa.
Pegado al alero,
floreció el girasol más grande de todos:
tendrá metro y medio de alto
y su flor es del tamaño de un plato playo amarillo.

Ahora, mi casa no es una casa cualquiera
Ahora, mi casa es la casa del girasol.

Mi vecina O. dice que germinaron
De las semillas que les da de comer a los loros.
y ¿quién sabe? Tal vez sea así.

Hoy no se ve el sol
los girasoles se desploman hacia delante
como haciendo una reverencia a un dios ausente.




Poema del libro Poemas de Superficie

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viernes, 23 de agosto de 2013

¡Presentamos dos nuevos títulos!


Este próximo martes, te proponemos un plan perfecto: 
presentamos dos libros buenísimos en una librería preciosa. 
Y, por si esto fuera poco,  los autores estarán presentes y leerán sus poemas en idioma original.




Nos vemos el martes 27 de agosto a las 19.30 en Eterna Cadencia

Dios Alikal, de Rodolfo Edwards



oh Alikal
dios de sal
antimuerte
vacuna diaria de los descarriados
como una madre antigua
su infinita prole
cuentas las botellas vacías
los caídos los imbéciles de siempre
buscas en los rencores
en los senos de Pupé
en la bisectriz rancia que pare la luna
en sus lentas retiradas
soy un cachorro político
por treinta dineros
vendí mi corazón
falange de ángeles
en el infierno hepático/biliar/apátrida
hay una cosa llamada gracia
y tú la tienes oh redentor
resucitador perdona vidas
llenas mi galera de símbolos
y acometo la hermenéutica
con un puñal de utilería
un informe psiquiátrico
y un dado de plastilina

oh todo poderoso Alikal
dios en polvo y marimba
aplaca esta maldita ansiedad
que el sueño empaña
alarde osadía conjetura
de los santos demonios
modos de vivir
modus operandi
en la noche cruel y estúpida y genial
todo mezcladito en ese guiso
en el río revuelto sin ganancia
seremos un tibio recuerdo
en la filigrana del mantel
donde se posa una mosca
curiosa y asesina
almas vibrantes
en la retórica del vasito
dios Alikal
intercede
entre nuestro borracho corazón
y la querida Providencia
cuando el cielo está derrumbándose
danos paz y sosiego
en el bajón en la resaca
en las arenas del tobogán
amen




Poema del libro Mingus o Muerte




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miércoles, 21 de agosto de 2013

El estero, de Martín Armada


El hombre del Oeste espera el llamado
en el que le preguntan sobre el viaje,
si superó los camiones precintados,
si no pensó en abandonar todo en la banquina.

Hablan del tránsito,
un verano hubo cigüeñas al costado de la ruta,
el oeste estaba inundado
y las cigüeñas miraban los autos
que brillaban en la laguna en la que estaba ahogado el trigo,
hubo cigüeñas
y hablaban de las cigüeñas
hasta decir basta.

Los llamados se repiten
a pesar del éxodo de las cigüeñas,
de la evaporación de las cigüeñas
en el engorde de los chanchos.

Hablan del chimango,
de cómo se sienta en el palo del alambrado
a oler el aire,
del Sarmiento, del diesel,
hablan de la cosecha de los otros,
del granizo que caerá sobre la espiga ajena
y la claraboya del comedor.


Poema del libro El estero



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lunes, 19 de agosto de 2013

Sofá, de Peter Semolic (Traducción de Pablo Fajdiga )



"decir fidelidad nos abre al fin los ojos"
Zbigniew Herbert, Sillita


Después de mucho tiempo duermo en la cama
de mi juventud.

En realidad no es una cama,
sino un sofá.

Emparchado, hundido en el medio,
con resortes que chillan largo.

Pocos yacerían sobre él sin miedo.
En cambio yo lo quiero como a un juguete roto.

Durante quince años suspiramos juntos.
Èl por mi peso,
yo por el aumento de la temperatura,
las malas notas, un amor desgraciado.

Él fue mi caballo alado,
mi Argo, mi isla solitaria.
En todo momento un compañero excelente.

Después dejé mi hogar, a mis padres
y mi juventud.

Llegaron otras camas,
camas de una noche en hoteles baratos,
camas con olor a leche de los cuartos de las chicas,
la dura litera militar.

Llegó el colchón
que llevó como un eterno viajero por el mundo.

Pero ninguno de esos lechos tiene nombre.

El nombre está reservado sólo para él.

Por eso lo llamo de noche.
Y él me responde con un quejido fiel y callado.
Que levemente encrespa la superficie de la noche.

Fuzine, 30 de julio de 1998


Poema del libro El fin comenzará por los suburbios

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viernes, 16 de agosto de 2013

madre e hijo, de Julia Sarachu




Estuve con el misterio
en el misterio.
La tierra parecía
desgranada
cargaba una bolsa de trigo
y llevaba
a mi hijo de la mano
él preguntaba:
¿dónde están los pájaros?
En el aire.
¿Dónde están los árboles?
En la raíz
palpitando.
¿Dónde está el agua?
En el corazón de la piedra.
Soñando.
¿Y mi padre?
Detrás de una puerta cerrada
o en el semen
quemado en las hogueras
que se expanden.

Descendimos por la ladera hasta la base del cerro
y en el momento de cruzar hacia el molino
pasó por el camino tambaleándose un carro
con cuerpos apilados como bolsas de papa
la cabeza hacia uno
y otro lado.

El conductor castigaba a los caballos para que avanzaran.
Tapé los ojos de mi hijo.
Saque de mi corazón
una coartada:
le hice ver
que estábamos
en una esfera cerrada. 

Poema del libro Las bellezas del lobo



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miércoles, 14 de agosto de 2013

Las atracciones, de Florencia Minici


Sexo sin amor entre caracoles hermafroditas
A tres milímetros de tus ojos
lo veo: es el Dardo del Amor,
y en esta maceta, quisiera esconderme;
sin embargo doy vueltas, una y otra vez
hasta el lugar de donde partí,
en donde me encuentro ahora
frente a frente con tu protuberancia calcárea.
Entonces, nada queda por hacer;
salvo convertirnos en dos amantes
para que después
yo esconda la cabeza en la tierra
y expulse huevitos blancos.
Pero debo admitirlo:
tengo miedo por el futuro de los chicos.
Quizás no pueda
darles la humedad suficiente, ni taparlos pacientemente
con tierra; y así
no sobrevivirían al cuarto día.

Me imagino los órganos internos, transparentados
por estructuras nacaradas.
El mayor se llamará Theo,
el del medio Jacobo,
la menor, Teresa.
Para los demás, que serían
unos setenta y tres aproximadamente,
no tengo todavía un nombre,
y quizás nunca lo tenga.
Nunca les escriba cartas
ni pueda revelarles amor, y tu Dardo
será un misterio para ellos.

Estoy delirando, ya sé.
Después de todo soy una chica superficial,
perdida en mundos posibles.
Creo que podés perdonarme, y eso es todo. Mañana
te espero, nos encontramos.


Poema del libro Las atracciones


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