martes, 4 de junio de 2013

Ahora que la Nasa no me necesita, de Nicolás Pinkus



                                     La Eternidad es un Plan Quinquenal.
                                          e. e. Cummings, No thanks.


Ahora que la Nasa no me necesita
y me pasa a disponibilidad
y los sueños recurrentes en que tocaba el cielo
para bautizar estrellas...Ahora
que los auxiliares administrativos me dan café mientras diagraman
un croquis de la indiferencia, nunca más
voy a estar tranquilo
voy a dormir con una vela al pie de la cama
a colgar del techo como cairel
esculpido astro de miga
pendiente
el cosmos
da vueltas y la vigilia y la luz
colándose, la cortina se ha roído pasa oscuridad
de una claridad insoportable lo cobarde que soy
-no atreverme a pilotear una nave- quería
traerte polvo de vida
y dormir con tu brazo en mi frente
aminorando la fiebre
donde el conteo final
recomenzaba.



II
Ahora que los titanes se vuelven, sino mansos,
dignos de trato, sujetos partícipes en ronda de negociación
con las limitaciones humanas; las fuerzas
monumentales comienzan a mostrar fatiga
en sus materiales, uno puede entonces afirmarse
y escalar hasta el punto más débil, allí
nunca matarlos -sería imposible-
nunca matarlos porque si caen sobre sí mismos se nos vienen
encima parecen invencibles
el pánico a lo desconocido
rodea
este miedo se comporta como un lazarillo
cósmico pide caricias en el lomo
de vez en cuando, si no
muestra los dientes
y los futuros posibles se desgajan
como rabia al trozar la carne
cada vez que formulamos
un deseo ante la fugaz contemplación de las estrellas.



III
Apolo, ignora al ingeniero;
antes de volver del cielo escucha este ruego
sepultado por planillas de conteo; no repares
en mi ver vencido
no es terror ni odio
menos aún incertidumbre:
es el fruto de haces
lumínicos en la sala de control; Apolo,
cómo desato un incendio
accidental, libre de pruebas; un infierno selectivo, los Mayores
hechos carbón y los niños, que vivan
para llorar la minería de sus padres; Apolo,
antes de ingresar en zona ígnea
y que el aura dorada te infinite, dime
cómo se decide cada muerte, qué determina que una tarde
el Evening Tribune publique el obituario de los jefes;
cómo se humilla al humillero, Apolo; yo firmé
los cheques que saldaban cada junta de tu fuselaje; contraté
a maestros soldadores, ¿y me iré del camino sin tu gracia? ¿sin confite?;
demuéstrame que tú también, la ira;
que una moral juzga la extinción de toda nova y de los hombres
que las estudian como poemas zodiacales
de una Gran Telepatía; Apolo,
ignora la carrera hacia el espacio
y háblanos
del vivo ardor que has conocido,
de ese mundo mejor



(poema del libro AFFIDÁVIT)




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