viernes, 14 de junio de 2013

Reseña de La enfermedad mental, de Alejandro Rubio, en Palabras Andantes (Santa fe)


Puestos a observar la poesía reunida de Alejandro Valentín Rubio nos encontramos con una variedad de estilos difícil de hallar en algún otro de sus contemporáneos. Barroquismos por aliteración (“chancros añosos que mi vida de cochambre me ha dejado” o “Truena el trueno sobre el trono, / trota en el potro la Tota”), o por selección léxica (“y en el gárrulo charlar y las poses de compadre”) se acomodan en el verso con una sintaxis que no abandona los requisitos formales de la prosa, premisa del objetivismo vernáculo; los momentos de lirismo (“Y yo / aquí… / entre alcanfores”) se convierten en su propia parodia versos más adelante (“Yo soy de vuelta Bedoya, un cacho / de alcanfor entre alcanfores, leche manando / y mamando a la vera del río Seco”) pero también aportan distensión en momentos aciagos del poema (“la vida es lisa como un lago en una tarde sin viento”). Hay poemas de tono clásico (“El mitrista / se ha detenido junto al cuenco / que central contiene el homenaje / a los caídos”), versos donde asoma un español antiguo (“pintados con mano maestra por el arcipreste / también penado que con sus cuitas / arte hace, no palotes”). Hay libros de Rubio que son puro experimento: Harry Samuel Horribly está escrito en un inglés rudimentario; Falsos pareados repite estructuras y las pone a variar sobre sí mismas en un lenguaje informativo y distante. Algunos poemas de Novela elegíaca en cuatro tomos. Tomo I tienen una matriz doctrinaria: cada verso es un enunciado (“Evita es el mito / montonero-progresista” o “Sólo la mente vence al tiempo”).
La destreza con la que Alejandro Rubio se mueve entre todos estos tonos y recursos (por no hablar de los géneros en que también incursionó: el ensayo, la autobiografía, la crítica literaria, el cuento, el diario, la prosa polémica) es elocuente: en este libro el lector encontrará prácticamente todas las tradiciones poéticas en lengua española. Podríamos preguntarnos entonces qué es lo que permanece invariable o a qué se aplica semejante concurso de formas. Daniel García Helder sostiene en su epílogo a Música mala que “el coeficiente artístico de poetas tipo Rubio no se medirá, pues, por su nivel cultural ni por el largo de sus raíces en la Tradición, sino más bien por su aprehensión del Zeitgeist y su mayor o menor capacidad para transformarlo en arte sólido”. Rubio, junto a otros poetas “de su tipo”, algunos de los llamados “poetas de los 90”, se han dedicado en efecto a contar el espíritu de su época de diversos modos y con un grado de elaboración estética de avanzada. Este es un hecho que no se verifica masivamente en otras esferas de la literatura o de las artes durante esa década –salvo contadísimas excepciones- y, por eso, la poesía de los 90 debe ser leída con minuciosa atención, porque es la punta de flecha del arte de su tiempo.


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