Nota en el Diario La Capital de Rosario. Por Osvaldo Aguirre.
Nacido en Buenos Aires en 1962, Rodolfo Edwards participó en la revista 18 Whiskys —que reunió a varios de los más importantes poetas actuales—, dirigió las publicaciones La mineta y La novia de Tyson y publicó seis libros de poesía. En el blog La infancia del procedimiento escribió un texto que puede definir sus ideas y el modo en que se ubica en la escena literaria: "En la poesía argentina —dice, en un pasaje— no es conveniente aparecer como demasiado sensible. Siempre se han privilegiado las rancias especulaciones con el lenguaje por un lado, y por el otro, una veneración de las poses suicidas. Ser cínico da chapa de inteligente y astuto. El factor «sentimiento», esencial en toda poesía, parece haber sido descartado".
En Mingus o muerte, el nuevo libro de Edwards, los sentimientos están a la vista. Los poemas, en general breves, dan cuenta de emociones y descubrimientos de alguien que ante todo ama la ciudad en que vive, Buenos Aires (aunque también Montevideo y Río de Janeiro tienen un lugar en su corazón, como se nota en los textos que les dedica en un apartado). Una cita, el recuerdo de una mujer, un partido de fútbol bajo la lluvia, la nostalgia por una peña de los 80, pueden ser aquí motivos de escritura, y no tanto por una búsqueda de lo mínimo o los pequeños sucesos, sino para advertir que el misterio y las experiencias más intensas pueden desencadenarse en la vida cotidiana, cuando se sabe ver y escuchar.
El sujeto de estos poemas es precisamente alguien que está alerta ante lo que sucede a su alrededor, como un testigo de revelaciones que pasan inadvertidas y también como un cronista de historias de la ciudad que no podrían ser contadas sino a través de la poesía. Edwards se sitúa así, con plena conciencia, en una tradición de la literatura argentina que remite a Nicolás Olivari y Oliverio Girondo y los mezcla con el tango, el rock y un poco de nostalgia, como parece el caso de "Los platos sobre la mesa", el poema más extenso del libro. El tono de la conversación, el humor, los guiños al lector a través de las citas de otros textos y canciones son algunos de sus registros de lenguaje. En "Bellas ginebras desnudas", un poema que avanza en ese sentido, escribe: "¿quién no bailó un tanguito/ con los grillos/ un twist con los murciélagos’// ¿quién no se metió adentro de un buzón/ para mandarse a su propia casa?". Y la pregunta clave está al final: "¿quién no perdió el rumbo/ el corazón/ entre las calles transversales?".
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