El hombre del Oeste espera el llamado
en el que le preguntan sobre el viaje,
si superó los camiones precintados,
si no pensó en abandonar todo en la banquina.
Hablan del tránsito,
un verano hubo cigüeñas al costado de la ruta,
el oeste estaba inundado
y las cigüeñas miraban los autos
que brillaban en la laguna en la que estaba ahogado el trigo,
hubo cigüeñas
y hablaban de las cigüeñas
hasta decir basta.
Los llamados se repiten
a pesar del éxodo de las cigüeñas,
de la evaporación de las cigüeñas
en el engorde de los chanchos.
Hablan del chimango,
de cómo se sienta en el palo del alambrado
a oler el aire,
del Sarmiento, del diesel,
hablan de la cosecha de los otros,
del granizo que caerá sobre la espiga ajena
y la claraboya del comedor.
Poema del libro El estero
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