jueves, 2 de diciembre de 2010

Balada de la mujer del mercader





Balada de la mujer del mercader

Con el pelo todavía sin cortar sobre la frente
pasaba el tiempo delante del portón, recogiendo flores.
Vos venías montado en un caballito de bambú,
y jugábamos con las ciruelas alrededor del pozo.
Así crecimos juntos en el pueblo de Chang Gan,
dos niños sin ningún recelo ni malicia.
A los catorce años me convertí en tu mujer,
pero en mi cara, a causa del pudor, nunca apareció una sonrisa.
Miraba cabizbaja hacia un rincón oscuro,
me llamabas mil veces y ni una respondía.
A los quince al fin me entregué totalmente:
quería que mis cenizas se mezclaran para siempre con las tuyas,
unidos uno al otro por un nudo irrompible.
A los dieciséis te fuiste lejos de acá,
hacia los barrancos de las Tres Gargantas
donde los botes naufragan contra las rocas
y los gritos de los monos resuenan tristes.
Las huellas que dejaste en el suelo al despedirte
frente al portón están cubiertas de musgo:
el musgo es profundo, no puedo eliminarlo.
Caen las hojas, llega temprano el otoño,
las mariposas de agosto vuelan en pareja,
amarillas, sobre el pasto al oeste del jardín.
Ver esto me hace sentir más desgraciada,
y temo que mi belleza por tanta pena se marchite.
Tarde o temprano vas a volver de Sanba:
no te olvides de enviar una carta para avisarme.
Sería capaz de caminar mil km para recibirte.

Li Po
Traducción M.Petrecca

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